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Su lenguaje plástico parte de una sensibilidad emocional única, donde la comida, especialmente los postres típicos bogotanos, se convierte en una excusa estética y conceptual para hablar del amor, la memoria, los afectos y los vínculos humanos. Paula no pinta postres: construye emociones visuales que se pueden casi tocar, oler y saborear. Sus cuadros son invitaciones sensoriales que provocan, seducen y despiertan recuerdos. A través de la materia pictórica, gruesa, brillante, empastada y viva, propone una experiencia empatica con la obra, donde el espectador no solo observa, sino que siente.

Su lenguaje plástico parte de una sensibilidad emocional única, donde la comida, especialmente los postres típicos bogotanos, se convierte en una excusa estética y conceptual para hablar del amor, la memoria, los afectos y los vínculos humanos. Paula no pinta postres: construye emociones visuales que se pueden casi tocar, oler y saborear. Sus cuadros son invitaciones sensoriales que provocan, seducen y despiertan recuerdos. A través de la materia pictórica, gruesa, brillante, empastada y viva, propone una experiencia empatica con la obra, donde el espectador no solo observa, sino que siente.

